Estos son los cambios fisiológicos y anatómicos más comunes asociados al envejecimiento

Las alteraciones biológicas asociadas al proceso del envejecimiento no siempre coinciden con nuestra edad cronológica. Te explicamos cuáles son y cómo conseguir ralentizar su aparición y avance para prolongar la juventud.

El proceso de envejecer conlleva a la disminución gradual de las funciones biológicas.

Si alguna vez te has preguntado cuándo se comienza a envejecer, la ciencia tiene ya la respuesta y puede que te parezca sorprendente. Pero, tranquilidad, porque la edad cronológica de un individuo, la que está marcada por su fecha de nacimiento, no tiene por qué coincidir con la edad biológica, que es la que determina el grado de conservación y deterioro de los órganos y sistemas del cuerpo, es decir, su estado funcional real.

La mayoría de las funciones biológicas alcanzan su apogeo en torno a los 34 años de vida. A partir de ese momento, empezarán a descender progresivamente. A esa edad, según un estudio de la Universidad de Stanford (California), ya se dan cambios notables en proteínas algunas vinculadas al proceso de envejecer.

Sin embargo, el fin de nuestra juventud biológica depende de mucho más que de una fecha marcada en el calendario. La buena noticia es que se puede alterar y aquí vamos a darte las claves de cómo lograrlo.

Así cambiamos con la edad

Pero antes, repasemos cómo el paso del tiempo modifica la anatomía (la estructura) y la fisiología (el funcionamiento) de nuestro cuerpo.

Piel y músculos

La aparición de arrugas obedece al adelgazamiento de la dermis y a la pérdida de irrigación sanguínea. La piel se vuelve más fina, más seca y menos elástica por la pérdida de colágeno y elastina. También disminuye la velocidad de crecimiento de uñas y del cabello, así como la capacidad funcional de los melanocitos, lo que causa la aparición de las canas. Aparecen los léntigos seniles en zonas fotoexpuestas de forma crónica, como manos, rostro u hombros.

En cuanto a los músculos, es probable que a los 80 años se haya perdido hasta un 40% de masa muscular, que es la que proporciona la fuerza y la resistencia para mover el cuerpo y soportar el peso. Los tendones y ligamentos también se vuelven más rígidos y quebradizos. La pérdida del líquido de las articulaciones ocasiona la fricción de los cartílagos, especialmente en rodillas y caderas, lo que causa la artrosis.

Estatura

La compactación de los discos intervertebrales (que produce la curvatura de la columna), el aumento de la flexión de caderas y rodillas y el aplanamiento del arco del pie ocasionan que, a partir de los 40, comience a perderse 1,25 mm de altura por año.

Por regla general, una persona de 80 años medirá 5 cm menos que cuando tenía 30. Sus extremidades parecerán más largas en comparación con el tronco acortado porque huesos como el fémur o el húmero no cambian de longitud, aunque sí sufren una pérdida de mineralización.

Esqueleto

Con los años disminuye la densidad de los huesos, que se vuelven menos resistentes frente a los traumatismos. Es la conocida como osteoporosis, que afecta en mayor grado a las mujeres porque su cantidad de masa ósea suele ser inferior a la de los varones y porque la menopausia acelera este proceso.

Sistema nervioso

A partir de los 45 años el peso del cerebro comienza a disminuir por una pérdida selectiva de neuronas, por ejemplo en el hipocampo, responsable de la generación y recuperación de recuerdos, y donde disminuyen un 5% cada diez años. Además, las neuronas pueden comenzar a transmitir mensajes más lentamente que en el pasado.

Vista y oído

En lo que respecta a la vista, se produce la atrofia de los tejidos periorbitales, que provoca la caída del parpado superior y la eversión (vuelta hacia afuera) del parpado inferior. El iris se vuelve más rígido, la pupila más pequeña y la lente se amarillea por la oxidación de triptófano, un aminoácido esencial. La opacidad del cristalino produce las conocidas como cataratas.

Por otra parte, en el oído hay un engrosamiento del tímpano, alteraciones de las articulaciones de la cadena de huesecillos y disminución de células de Corti y de neuronas cocleares, son las responsables de la pérdida auditiva asociada a la edad.

Sistema cardiovascular

Aumenta levemente el tamaño de la aurícula izquierda, los vasos sanguíneos se vuelven más rígidos e irregulares y la arteria aorta se dilata. La consecuencia es que el corazón ya no tiene la capacidad de latir tan rápido ante un sobre esfuerzo físico o una situación de estrés que cuando era más joven.

Sistema respiratorio

Disminuye la superficie alveolar. Además, la calcificación de las articulaciones de costillas y esternón vuelve más rígido el tórax.

Como también ha disminuido la musculatura intercostal, hay menor eficiencia respiratoria.

Sistema renal

La pérdida en la corteza renal de nefronas, responsables de la filtración de la sangre, produce una disminución de su función que puede alcanzar hasta un 30% a los 80 años de edad.

Sistema gastrointestinal

Las encías se atrofian provocando la exposición del cemento de los dientes y haciendo más vulnerables a las caries y la pérdida de piezas. Los cambios musculares del esófago alteran la deglución. Aumenta el reflujo de contenido gástrico y la digestión se vuelve más lenta, lo que origina distensión abdominal y necesidad de eructar.

Alteración de los ritmos fisiológicos

Se produce una alteración del ciclo del sueño que conduce a la somnolencia diurna y al insomnio durante la noche.

Las claves para prolongar la juventud biológica son más sencillas de lo que parece.

Homeostasis

En la vejez, la pérdida de grasa corporal deriva en una peor autorregulación de la temperatura, haciéndonos más sensibles a los cambios térmicos. Además, la menor capacidad de vasodilatación dificulta la capacidad para sudar, necesaria para reducir la temperatura del cuerpo en situaciones de calor. También empeora la regulación del agua corporal, lo que causa una menor sensación de sed, que eleva el riesgo de deshidratación.

Barreras de defensa

La disminución de acidez de la piel altera la flora bacteriana. Eso, junto al adelgazamiento de la dermis, que facilita pequeñas erosiones, permite que ciertos microorganismos se adhieran a su superficie, favoreciendo las infecciones.

Lo mismo sucede en la vejiga y en los bronquios donde, la menor producción de moco ópera del mismo modo. En general, la producción de anticuerpos está disminuida, lo que dificulta la respuesta inmune frente a las enfermedades.

Cómo prolongar la juventud biológica

El envejecimiento es un proceso fundamentalmente individual, y aunque está condicionado por factores genéticos y de salud, también es posible modificarlo atendiendo al estilo de vida. Las claves para prolongar la juventud son una alimentación saludable, beber abundante agua, cuidar la higiene del sueño, hacer ejercicio físico con regularidad, reducir el estrés, establecer relaciones sanas y positivas y mantener una actitud positiva.

Al fin y al cabo, como decía el célebre intérprete francés Maurice Chevalier, "la vejez, después de todo, no es tan fea si se piensa cuál es la alternativa".