La guía para el avistamiento de aves: cómo el tiempo atmosférico influye en su comportamiento

El comportamiento de las aves cambia con el tiempo atmosférico. En días ventosos o lluviosos se resguardan, mientras el Sol y el calor activan su canto y vuelo. Descubre cómo el tiempo define sus rutinas en todo el territorio chileno.

Pelícanos
Pelícanos descansan frente al mar en la costa central de Chile, aprovechando la brisa marina y las corrientes frías que favorecen la pesca en la zona.

El cielo chileno no solo cambia con las estaciones, también se transforma con el canto, el vuelo y la rutina de miles de aves que habitan de norte a sur. El viento, la lluvia y la temperatura son protagonistas invisibles que moldean su comportamiento, marcando cuándo cazan, migran o simplemente descansan.

Para quienes disfrutan del avistamiento de aves, conocer cómo el tiempo atmosférico afecta sus hábitos es clave. No es casual que las bandadas de pelícanos se acerquen a la costa antes de un temporal o que las golondrinas desaparezcan justo antes de la llegada de un sistema frontal. En el país más largo del mundo, la meteorología es también una historia contada con alas.

Cuando la lluvia cambia los planes de las aves

Aunque las lluvias son esenciales para los ecosistemas, pocas aves disfrutan mojarse. En Chile, las precipitaciones suelen reducir la actividad aérea: los picaflores se resguardan entre arbustos, las garzas buscan abrigo y las aves rapaces evitan volar por la baja visibilidad.

Un ave captura lombrices del suelo tras una lluvia primaveral,
Un ave (Turdus migratorius) captura lombrices del suelo tras una lluvia primaveral, aprovechando la humedad que facilita su búsqueda. Wikimedia Commons.

En los días lluviosos, las aves aprovechan las pausas entre chubascos para alimentarse rápidamente. En zonas como el Humedal de Mantagua (Región de Valparaíso) o Río Cruces (Región de Los Ríos), después de la lluvia, es posible observar un verdadero festín natural: lombrices, insectos y semillas quedan al alcance de los más curiosos.

La lluvia, además, puede alterar el canto. Muchas especies, como el zorzal chileno o el diucón, disminuyen su actividad vocal, ya que el sonido se propaga peor en ambientes húmedos y ventosos. En cambio, después del paso de un sistema frontal, sus trinos resuenan con más fuerza, como si celebraran la vuelta del sol.

El viento: aliado y enemigo de los vuelos

El viento es uno de los factores más determinantes para las aves chilenas, especialmente las marinas. Las gaviotas y los pelícanos aprovechan las corrientes ascendentes para planear con un mínimo esfuerzo, mientras los cóndores andinos se impulsan desde las laderas gracias a los vientos del sur.

Sin embargo, cuando las ráfagas superan los 40 km/h, la situación cambia. Las aves más pequeñas, como el tordo, chincol o picaflor, limitan su vuelo para evitar lesiones o desvíos. En días de viento fuerte, suelen permanecer en ramas bajas o en el interior de la vegetación, por lo que los observadores deben afinar la vista y la paciencia.

Un picaflor se alimenta del néctar de una flor en plena primavera
Un picaflor se alimenta del néctar de una flor en plena primavera, aprovechando las condiciones templadas y soleadas que favorecen su actividad diaria.

En la costa, el viento también anuncia cambios. Antes de la llegada de un sistema frontal, los bandos de cormoranes y gaviotines tienden a agruparse más cerca del litoral, aprovechando la abundancia de peces que las corrientes frías traen a la superficie. Por eso, los días previos a la lluvia suelen ser excelentes para observar actividad marina.

Temperaturas: el termómetro natural de la actividad aviar

Las aves sienten los cambios térmicos mucho antes que nosotros. Durante los amaneceres fríos, como los que aún persisten en primavera en la zona central, muchas especies retrasan su vuelo o su canto para conservar energía. En cambio, cuando la temperatura sube, se reactivan: el canto aumenta, los insectos abundan y la caza se intensifica.

En el altiplano chileno, especies como la parina grande o el flamenco chileno regulan sus horarios de alimentación según la temperatura del agua en los bofedales.

Si el amanecer es helado, esperan al mediodía para buscar alimento. En contraste, en el bosque valdiviano, los rayaditos y chucaos se muestran más activos en las primeras horas del día, antes de que el calor aumente.

Un chucao (Scelorchilus rubecula)
Un chucao (Scelorchilus rubecula) se abre paso entre las hojas del bosque templado del sur de Chile, emitiendo su característico canto territorial.

El calor extremo, cada vez más frecuente por el cambio climático, también modifica los patrones. En las ciudades, las palomas, tórtolas y zorzales reducen su actividad al mediodía y la concentran en la mañana o en la tarde, adaptándose a un entorno más cálido y urbano.

Cuándo y dónde mirar el cielo

En Chile, el mejor momento para el avistamiento depende de la región y de la estación, pero también del tiempo diario. En el norte, las mañanas sin viento son ideales para observar aves del desierto, como el canastero del tamarugo o el picaflor del norte.

En la zona central, los días posteriores a la lluvia son perfectos: el aire limpio y la calma permiten ver especies como el tordo, el jilguero o el siete colores en plena actividad.

En el sur de Chile, donde la lluvia es parte del paisaje, los mejores momentos suelen ser entre chubascos, cuando el cielo se abre y las aves reaparecen. En lugares como Chiloé o Aysén, el contraste entre las nubes bajas y los rayos de sol crea escenas que parecen de documental.

El avistamiento de aves no depende solo de la suerte, sino también de la lectura del cielo. Entender el rol del viento, la lluvia y la temperatura ayuda a anticipar cuándo y dónde se mostrará la vida alada.

Chile, con su diversidad de climas y hábitats, ofrece un laboratorio natural para observar cómo la meteorología y la biología dialogan en el aire. Cada amanecer, cada cambio de viento o cada gota de lluvia cuenta una historia distinta sobre la vida de las aves que nos acompañan.

Y así, mientras la atmósfera se mueve, ellas siguen su propio pronóstico: volar cuando el cielo se los permite.