El viaje a la aldea circular de 2.000 años de antigüedad que fue sepultada por la arena

En el corazón del desierto de Atacama, una aldea circular de más de dos mil años vuelve a ver la luz tras siglos sepultada. Tulor sorprende por su arquitectura única y por las historias que la arena preservó como una cápsula del tiempo.

Replica de las viviendas circulares de la Aldea de Tulor
Replica de las viviendas circulares de la Aldea de Tulor, un asentamiento de más de 2.000 años que permaneció oculto bajo las dunas del desierto de Atacama.

El desierto de Atacama, famoso por su cielo despejado y salares infinitos, tambi��n guarda secretos arqueológicos tan fascinantes como su propio paisaje. Uno de ellos es la Aldea de Tulor, un asentamiento prehispánico de más de 2.000 años, oculto durante siglos bajo dunas movedizas que lo protegieron… y al mismo tiempo casi lo borran de la historia. Hoy, caminar entre sus vestigios es como retroceder en el tiempo y entrar a un mundo circular donde la vida se organizaba en comunidad absoluta.

Lo más asombroso es que Tulor no fue descubierta por una expedición moderna ni por tecnología satelital, sino por pura intuición arqueológica y por el viento del desierto.

Cada tanto, una ráfaga potente retiraba la arena y dejaba ver una curva, un muro, una sombra. Así comenzó a revelarse una aldea completa: viviendas circulares unidas entre sí, pasillos laberínticos y espacios rituales. Un rompecabezas antiguo que hoy nos invita a caminar literalmente sobre la historia.

Una ciudad antigua que nació alrededor del agua

La Aldea de Tulor se encuentra en pleno oasis de San Pedro de Atacama, pero en tiempos remotos el paisaje era muy diferente. Hace 2.000 años, el sector tenía más humedad, pequeños cursos de agua y recursos suficientes para sostener a una comunidad estable.

Las primeras familias llegaron buscando un lugar donde cultivar, cazar y acceder a agua subterránea. Y allí levantaron algo único: una aldea circular planificada, con viviendas hechas de barro, paja y arcilla.

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La forma redonda de sus estructuras no es casualidad: servía para mantener la temperatura estable y resistir los vientos del desierto. Además, cada vivienda estaba conectada con las demás, lo que sugiere un modelo de vida comunitaria donde las familias compartían espacios, labores y ceremonias. Tulor no era solo un conjunto de casas: era un organismo vivo, tejido en círculo para protegerse y convivir.

Cómo desapareció: el silencio de las dunas

A pesar de su ingenio, la Aldea de Tulor no pudo resistir el paso del tiempo ni los cambios climáticos. Los cursos de agua se secaron, las condiciones se volvieron más áridas y las dunas avanzaron lentamente sobre el asentamiento.

No fue un evento brusco, sino un entierro pausado, casi ritual. Las casas quedaron cubiertas por capas y capas de arena, sellando en su interior cerámicas, herramientas y huellas de vida cotidiana que permanecerían ocultas durante siglos.

Restos excavados de la Aldea de Tulor, donde aún se conservan los muros circulares y pasadizos que conectaban las viviendas hace más de 2.000 años en pleno desierto de Atacama.
Restos excavados de la Aldea de Tulor, donde aún se conservan los muros circulares y pasadizos que conectaban las viviendas hace más de 2.000 años en pleno desierto de Atacama.

Cuando los arqueólogos comenzaron a excavar, descubrieron que la arena había actuado como una cápsula del tiempo: muchas estructuras estaban sorprendentemente bien conservadas. Muros completos, pisos compactados y hasta restos de fogones revelaban cómo era la vida en uno de los asentamientos más antiguos del norte de Chile.

El hallazgo que cambió la arqueología del desierto

La Aldea de Tulor fue identificada en 1956 por Gustavo Le Paige, quien observó restos antiguos expuestos por las dunas. En los años 80, Ana María Barón inició excavaciones que revelaron viviendas circulares interconectadas y una planificación compleja, demostrando que el sitio correspondía a una comunidad que prosperó en pleno desierto.

Los estudios posteriores mostraron que Tulor no era un asentamiento improvisado: tenía zonas residenciales, espacios ceremoniales, áreas de trabajo y posiblemente hasta sectores de almacenamiento comunitario. Esto cambió por completo la idea de cómo vivían las primeras sociedades atacameñas, demostrando que desarrollaron tecnologías y formas de organización avanzadas para su entorno.

Visitar la aldea: caminar por un laberinto del pasado

Hoy, la Aldea de Tulor es un sitio arqueológico abierto al público, administrado y protegido por comunidades locales. La visita comienza con un sendero que atraviesa dunas bajas hasta llegar a las primeras estructuras excavadas.

A simple vista, los muros circulares parecen pequeños cráteres unidos por pasillos angostos. Pero al acercarse, uno entiende la escala humana que tenía este espacio: casas de un metro ochenta de alto, habitaciones frescas y conexiones entre viviendas que forman un verdadero laberinto.

Entrada al Sitio Arqueológico Tulor, uno de los asentamientos más antiguos de Atacama, donde las comunidades locales resguardan y comparten la historia de esta aldea de más de 2.000 años.
Entrada al Sitio Arqueológico Tulor, uno de los asentamientos más antiguos de Atacama, donde las comunidades locales resguardan y comparten la historia de esta aldea de más de 2.000 años.

Avanzar entre estos círculos es como estar dentro de una maqueta viva. Guías locales explican cómo se construían los muros con barro mezclado con fibras vegetales, cómo se usaban las sombras para mantener el interior fresco y cómo la comunidad se organizaba alrededor del agua y del trabajo cooperativo. Desde arriba, el sitio parece un conjunto de burbujas de arcilla conectadas, todas apuntando hacia un modo de vida circular y colaborativo.

Visitar Tulor no es solo observar ruinas; es entender cómo la vida humana se adaptó al desierto muchísimo antes de que existiera San Pedro como lo conocemos. Es un recordatorio de que, incluso en los paisajes más extremos, la creatividad y la cooperación permitieron construir comunidades complejas.