No busca estrellas, sino el “eco” frío del Big Bang. Así funciona el telescopio más raro del mundo
A más de 5.000 metros en el desierto de Atacama, ALMA observa el Universo invisible: ondas milimétricas que revelan cómo nacen planetas, moléculas y señales antiguas del cosmos.

El Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA) es uno de los instrumentos científicos más ambiciosos creados por la humanidad.
Instalado en el Llano de Chajnantor, en una de las atmósferas más secas del planeta, observa el Universo en longitudes de onda invisibles para el ojo humano. Gracias a su tecnología avanzada, ha revelado estructuras, procesos y señales cósmicas imposibles de captar con telescopios ópticos.
Radioastronomía: ver el Universo sin luz
A diferencia de los telescopios ópticos, que captan luz visible como un ojo humano amplificado, ALMA opera en un rango totalmente distinto: las ondas milimétricas y submilimétricas, parte del dominio de las ondas de radio.
Por eso, ALMA no busca estrellas brillantes: detecta el aporte más frío del Universo, desde nubes moleculares hasta restos térmicos que se remontan a instantes posteriores al Big Bang.

Con sus 66 antenas sincronizadas mediante interferometría, ALMA funciona como un único telescopio gigante, con una resolución tan alta que podría distinguir una moneda observada desde decenas de kilómetros.
Claves científicas: cómo nacen planetas, discos y moléculas
Uno de los mayores aportes de ALMA ha sido la observación directa de discos protoplanetarios, las “cunas” donde se forman los planetas. Su imagen emblemática del disco de la joven estrella HL Tauri mostró anillos y brechas creados por planetas en formación, una revelación que transformó nuestra comprensión de cómo se ensamblan los sistemas planetarios.

Desde entonces, ALMA ha detectado estructuras similares en múltiples estrellas jóvenes, observando polvo y gas en movimiento que evidencian la acreción activa de futuros mundos. Estos datos han permitido estudiar la composición y evolución de los discos, estimar sus edades y comprender mejor la diversidad de sistemas planetarios en la galaxia.

También ha sido clave en la detección de moléculas orgánicas complejas. Las ondas milimétricas contienen la “firma” de compuestos que emiten radiación específica al rotar.
Sus hallazgos en regiones de formación estelar, cometas y discos alrededor de estrellas jóvenes sugieren que los ingredientes básicos de la vida están mucho más extendidos en la galaxia de lo que antes se pensaba.

En los últimos años, ALMA ha roto récords de productividad científica y ha contribuido a resolver misterios como el del “punto frío” del fondo cósmico de microondas, una región más fría de lo esperado que podría vincularse a vacíos cósmicos o fluctuaciones del Universo temprano.
Un telescopio único en un lugar único
El desierto de Atacama es esencial para el funcionamiento de ALMA. Su extrema sequedad, altitud y estabilidad atmosférica reducen la absorción del vapor de agua, que normalmente bloquea las ondas milimétricas.

Sus antenas pueden reconfigurarse en distintas posiciones: compactas para observar estructuras amplias o separadas hasta 16 kilómetros para obtener el máximo detalle. Esta versatilidad permite estudiar desde la formación de estrellas hasta galaxias distantes cuya luz ha viajado miles de millones de años.
Además, ALMA se ha convertido en un referente mundial en operación remota, manejo de datos y colaboración científica, integrándose en redes globales como el Event Horizon Telescope, responsable de la primera imagen de un agujero negro.
Referencias de la nota
ESO (Observatorio Europeo Austral): Información oficial de ALMA
ALMA Observatory: Sitio oficial y comunicados