El cambio climático agrava incendios forestales en Australia

Todos los veranos, millares de australianos deben convivir con los efectos de los incendios forestales: calor extremo, falta de agua, mala calidad del aire, riesgo de perder sus viviendas.

nube de incendio en Tuncurry - Nueva Gales del Sur
Las grandes nubes de humo de los incendios en Nueva Gales del Sur están siendo transportadas por el viento centenas de kilómetros.

La temporada de incendios en Australia ya lleva varias semanas muy activa. En la mayoría de los casos, el fuego se inicia de forma natural producto de la caída de rayos en áreas vegetadas. Pero un agravante ha hecho que este año sea uno de los más severos que el país ha experimentado: un gran déficit de precipitación que ha contribuido para que haya una mayor superficie de vegetación seca.

Por las grandes extensiones de superficie quemada, los niveles de contaminación del aire en ciudades cercanas ha subido de forma alarmante. Lugares turísticos se han perdido de vista por efecto de las intensas nubes de humo que se propagan y expanden por miles de kilómetros, principalmente en costa este.

La principal causa de incendios se asocia a tiempo severo, a tormentas eléctricas que se forman entre los meses de septiembre a marzo, cuando la incidencia de radiación solar es mayor en el hemisferio sur. El calor en los meses de verano, sumado a la humedad que es llevada desde el mar hacia el interior del continente, son elementos fundamentales para la formación de estas tempestades en el territorio australiano.

¿El cambio climático es el culpable?

Cuando vemos suceder eventos extremos alrededor del mundo, la primera interrogante que se nos viene a la cabeza es si todo esto es efecto de la intervención humana. A diferencia de nuestro país, donde la gran parte de los incendios forestales tienen su inicio por alguna acción que envuelve personas, el fuego en Australia es parte del equilibrio natural del ecosistema.

Con el cambio climático, la cantidad de precipitación va en descenso en Australia, pero eso no quiere decir que el número de tempestades que se forman durante el verano también lo haga. Menos lluvia lleva a una menor cantidad de agua disponible en el suelo para las plantas, haciendo que la vegetación se marchite más rápido, convirtiéndola en combustible potencial para los incendios. El aumento de temperatura global -que también ha afectado al territorio australiano en las últimas décadas- hace con que existan condiciones cada vez más propicias para la formación de nubes convectivas sobre algunas partes de ese país.

La atención de los últimos días se ha centrado en la costa este de Australia, donde la gran cantidad de pastos, arbustos y árboles quemados han llevado a altísimos niveles de contaminación del aire, por el transporte de partículas y cenizas hacia los grandes centros urbanos.

Lamentablemente, las condiciones están lejos de mejorar en el corto plazo -actualmente hay alertas vigentes de condiciones favorables al desarrollo de incendio en las áreas afectadas. Esto también implica en que los episodios de mala calidad del aire como el del pasado final de semana, donde Sidney quedó inmersa en una nube de ceniza, pueden volver a repetirse.