¿Ola de calor hemisférica o cambio climático?

En los últimos días, Estados Unidos y Canadá han hecho noticia con los increíbles récords de calor. Sin embargo, el calor extremo se extiende mucho más allá de Norteamérica; estos episodios tienden a ser cada vez más frecuentes a nivel mundial.

sol y cielo naranjo
El calor extremo se está volviendo más frecuente debido al cambio climático inducido por la humanidad.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) nos llama la atención ante las extraordinarias temperaturas registradas en los últimos días en el oeste de Canadá y Estados Unidos, donde los termómetros han llegado a nuevas marcas históricas, que bordean peligrosamente los 50 ºC. Pero el fenómeno de calor extremo no es exclusivo de ese lugar del planeta, sino que el fenómeno de altas temperaturas se ha propagado por todo el hemisferio norte, ¡y recién comenzando el verano!

Otros lugares en el Hemisferio Norte ya están mostrando también altísimas temperaturas. Según comenta la OMM, valores por sobre los 45 ºC ya toman grandes áreas de Europa oriental, Irán, la península Arábica y el norte de África. En el desierto del Sahara los termómetros ya han registrado temperaturas muy cercanas a los 50 ºC, las mismas que han debido soportar en el oeste canadiense.

El calor se ha generalizado por el hemisferio norte en este comienzo de verano.

Rusia también ha debido soportar los efectos de las altas temperaturas, con valores que en la región del Mar Caspio están bordeando los 40 ºC. Un problema que se prolonga mucho más allá de las horas de día, ya que el calor las temperaturas difícilmente bajan lo suficiente para dejar el ambiente agradable durante las horas de sueño.

¿Es efecto del cambio climático?

Según explica Nikos Christidis, de la agencia meteorológica del Reino Unido (Met Office), la ola de calor que vive Estados Unidos y Canadá es reflejo del impacto del cambio climático inducido por la humanidad, ya que sin su influencia, fenómenos con esta intensidad tienen una probabilidad de una en decenas de miles de años. "Con las condiciones de clima actual, un junio extremamente caluroso tiene una posibilidad de ocurrencia de dos veces en cada 30 años. Y los modelos numéricos indican que estos eventos extremos tendrán una mayor frecuencia hacia finales de siglo", relató.

Está claro que tendremos que acostumbrarnos cada vez más a convivir con los eventos atmosféricos extremos, como las olas de calor, tormentas severas, y las olas de frío -por nombrar algunos- considerando que los esfuerzos que se están haciendo parecen no ser los suficientes para contener el calentamiento que la atmósfera está experimentando desde la época de la Revolución Industrial, con inmensa cantidad de gases de efecto invernadero que se emiten día tras día.

Lamentablemente, quien paga las consecuencias más severas son las personas más susceptibles: adultos mayores, niños, portadores de enfermedades crónicas, a los que se suman las comunidades carentes que no cuentan con sistemas de calefacción ni refrigeración apropiados para paliar los efectos de estos aumentos de temperaturas -que se ven cada vez más frecuentes-, en regiones donde hace pocas décadas (o incluso apenas años) nunca habían sido afectadas por olas de calor de gran impacto.

El cuerpo necesita de 'frío' para dormir

Si las altas temperaturas durante el día causan incómodo, temperaturas más elevadas de lo habitual durante la noche crean una condición aún más compleja para el descanso necesario. El cuerpo humano tiene un ciclo térmico, el cual debe 'reiniciarse' durante la noche.

Según un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), temperaturas altas y sostenidas durante las noches en un evento de ola de calor en Europa "contribuyeron al incremento de la mortalidad, al no permitir un retorno de la temperatura corporal a niveles basales".

La respuesta más evidente de la exposición de nuestro cuerpo al calor es la transpiración, que se emana como una forma de reducir su temperatura a través de la evaporación del mismo. Sin embargo, esto puede generar dolores de cabeza, calambres e incluso a deshidratación, caso no se compense adecuadamente la pérdida de líquidos corporales. Según el informe de la OPS, los efectos de la exposición a una ola de calor se pueden prolongar hasta por 3 días.