Por qué las estrellas tienen colores y qué nos dice eso de ellas
Las estrellas no brillan igual: su color varía del azul al rojo, y este tono es una pista directa de su temperatura, composición y edad.

Cuando observamos el cielo nocturno, vemos un lienzo de puntos luminosos de distintos tonos: azules, blancos, amarillos y rojizos. Este arcoíris estelar no es casual. El color de una estrella está determinado por su temperatura superficial y refleja su etapa de vida. En esta nota te contamos cómo se mide, qué significa y qué ejemplos podemos observar desde Chile.
Azul y blanco: las estrellas más calientes del firmamento
Las estrellas más calientes emiten una luz azul o blanco-azulada. Su temperatura supera los 10.000 K, y su brillo suele ser intenso y breve en el tiempo. Un ejemplo visible desde Chile es Rigel, la estrella azul de Orión, cuya temperatura ronda los 12.000 K. Estas estrellas pertenecen a los tipos espectrales O y B, formadas principalmente por helio ionizado y algo de hidrógeno.

Debido a su gran masa, consumen el combustible nuclear rápidamente, viviendo apenas unos millones de años antes de transformarse en supergigantes o explotar como supernovas. En fotografías de larga exposición, su resplandor azulado contrasta con el resto del cielo, marcando la diferencia con las estrellas más frías.
Amarillas y naranjas: el equilibrio de las estrellas medias
Las estrellas de color blanco-amarillo, como nuestro Sol, tienen temperaturas entre 5.000 y 6.000 K. Estas pertenecen al tipo G, donde predominan metales e hidrógeno. Desde Chile, se pueden observar otras estrellas de tonalidad amarillenta, como el astro gigante bautizado HR 5171 y situado a unos 12.000 años luz de la Tierra en la constelación del Centauro, una de las diez mayores estrellas conocidas de la Vía Láctea.

Este color representa un equilibrio entre energía y estabilidad. Durante esta etapa, las estrellas fusionan hidrógeno en helio de manera constante, generando luz y calor de forma estable durante miles de millones de años. Es el periodo más prolongado de su vida, conocido como secuencia principal.
Rojas: las gigantes frías del cielo nocturno
Las estrellas rojas son las más frías, con temperaturas superficiales entre 2.000 y 3.500 K. Aunque menos energéticas, suelen ser enormes y brillantes. Un ejemplo inconfundible es Betelgeuse, la supergigante roja de Orión, visible a simple vista desde el hemisferio sur. También destaca Antares, en la constelación de Escorpio, cuyo intenso tono rojo se debe a su baja temperatura y gran tamaño.

Estas estrellas están en una fase avanzada de evolución, expandiéndose después de agotar su hidrógeno. Su luz rojiza es, en realidad, una señal de envejecimiento estelar: una antesala a su colapso y transformación en una supernova o enana blanca.
Desde Chile, gracias a sus cielos despejados, es posible observar todo el espectro de colores estelares. Con binoculares o telescopios, se pueden distinguir matices sutiles que revelan las diferencias de temperatura y composición. Observarlas no solo es un espectáculo visual, sino también una forma de entender la física y la evolución del universo.
Referencias de la nota
NASA Science: Tipos de estrellas
Sky at Night Magazine (BBC): Los colores de las estrellas explicados para principiantes
Astronomy.com: ¿Qué le da a las estrellas sus colores?