Cómo vivían las primeras comunidades en Chile: ciencia revela su dieta, migraciones y lucha contra el clima extremo
Analizando grasas milenarias en cerámicas y suelos, se reconstruyó la alimentación y resiliencia climática de los pueblos que habitaron la Pampa del Tamarugal y Tagua Tagua.

El norte de Chile guarda en sus suelos áridos las huellas invisibles de quienes lo habitaron hace miles de años.
No son herramientas ni cerámicas, sino moléculas orgánicas que delatan qué comían, cómo sobrevivieron a un clima hostil y hasta con qué animales compartieron el territorio.
Un reciente estudio publicado en la revista Past Global Changes (PAGES) y realizado por un equipo multidisciplinario de científicas y científicos chilenos, utilizó herramientas biogeoquímicas para reconstruir la vida de las comunidades humanas más antiguas de la costa oeste sudamericana.
La dieta escrita en moléculas
Los primeros habitantes del norte de Chile no dejaron recetas, pero sí grasas pegadas en sus vasijas.
Analizaron estos marcadores en cerámicas y sedimentos de lugares clave como la Pampa del Tamarugal, Tagua Tagua y Batuco, donde el registro arqueológico es escaso.
En los sitios analizados, los residuos hallados sugieren una dieta variada que combinaba recursos animales —posiblemente megafauna como caballos extintos y gonfotéridos— con vegetales silvestres y plantas acuáticas.

En la zona de Batuco, por ejemplo, se detectaron compuestos típicos de vegetales cocinados, lo que sugiere que ya se practicaban preparaciones complejas.
En el caso de la Pampa del Tamarugal, los biomarcadores revelan un patrón de consumo que dependía estrechamente de los ciclos de humedad del desierto, lo que refuerza la idea de un estilo de vida móvil y adaptado a las fluctuaciones del paisaje.
Megafauna y cambios climáticos: un vecindario peligroso
Los hallazgos del estudio revelaron algo aún más sorprendente: la coexistencia de los primeros humanos con la megafauna. Esos animales gigantes, como gonfoterios, caballos extintos y ciervos gigantes, que hoy solo vemos en los museos.
Matías Frugone, coautor del estudio.
Las moléculas también cuentan historias de migraciones. El estudio explica que en la Pampa del Tamarugal, hoy un desierto implacable, los biomarcadores revelaron la presencia de bosques antiguos y aguas subterráneas que atrajeron a grupos humanos.

En esos ciclos de abundancia y escasez, nuestros ancestros aprendieron a adaptarse, a moverse y a aprovechar lo que el ambiente les ofrecía.
Nuevas técnicas para una arqueología revolucionaria
El enfoque biogeoquímico marca un antes y un después en la forma de estudiar los primeros asentamientos humanos.
“Con este tipo de mediciones podemos hilar mucho más fino”, asegura Sergio Contreras, coautor del estudio e investigador del Departamento de Química Ambiental de la Facultad de Ciencias de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), en un comunicado de la institución.
El grupo de investigación enfatiza en que estas metodologías están abriendo nuevas posibilidades en Sudamérica, una región donde su aplicación aún es incipiente en comparación con otras regiones.
El norte de Chile no es solo un paisaje de sal y piedra. Bajo su superficie, las moléculas conservadas en cerámicas y suelos susurran historias de bosques que ya no existen, de comidas preparadas con animales hoy extintos y de familias que leían el clima con la intuición de quien depende de la lluvia para sobrevivir.
A través de la biogeoquímica, el pasado deja de ser un eco difuso y se vuelve una guía concreta: una forma de entender cómo los humanos —ayer y hoy— aprenden a adaptarse a un planeta que nunca deja de transformarse.
Fuentes y referencias de la noticia:
- Contreras S. et al. (2025). Biogeochemical tools to reveal early human settlements off western South America. Past Global Changes.
- Jean Pierre Molina. (2025). Estudio analizó asentamientos humanos en el norte de Chile. Publicado en la sección de noticias de la UCSC.