Las estelas que los aviones dejan en las nubes también calientan el planeta

Hasta ahora se pensaba que las estelas de condensación que se forman dentro de las nubes no tenían un gran impacto, o incluso que podían ayudar a enfriar la Tierra. Sin embargo, un nuevo estudio determinó que son responsables de una parte importante del calentamiento provocado por la aviación.

Estelas incrustadas
Estelas de condensación incrustadas en cirros existentes o que se han convertido en cirrus homomutatus. Crédito: Torsten Seelig/U. de Leipzig

Cuando miramos al cielo y vemos pasar un avión, a menudo notamos la línea blanca que deja atrás: la famosa estela de condensación. Sabemos que estas líneas visibles contribuyen al cambio climático al atrapar el calor en la atmósfera. Pero, ¿qué pasa cuando un avión atraviesa una nube que ya existe?

Durante mucho tiempo, los científicos asumieron que estas "estelas incrustadas" u ocultas dentro de los cirrus (nubes altas de hielo) tenían un efecto despreciable o incluso beneficioso.

Se llegó a plantear que los aviones tomaran rutas donde pudieran formarse, esperando que el planeta se enfriara un poco. Sin embargo, una nueva investigación mostró que estas estelas invisibles sí contribuyen al calentamiento global. Corresponden al 10% de la estimación del impacto climático de las estelas visibles.

El mito del "vuelo ecológico" a través de las nubes

La aviación afecta el clima no solo por el CO₂ que emite —se estima que es responsable de aproximadamente el 2 a 3% de las emisiones globales—sino por los efectos "no-CO₂", como la formación de nubes artificiales y la liberación de óxidos de nitrógeno, lo que puede elevar su contribución al calentamiento hasta el 8%.

Estela invertida
Estela de condensación “invertida”. Crédito: Torsten Seelig/U. de Leipzig

Hasta hace poco, se planteaba que si los aviones se desviaban deliberadamente para volar a través de nubes cirrus ya existentes, podrían evitar la formación de nuevas estelas visibles y, quizás, ayudar a enfriar el planeta al hacer que las nubes reflejaran más luz solar. Sin embargo, se ha demostrado que esta estrategia de "vuelo ecológico" no funciona.

Medir algo oculto dentro de una nube parece una tarea imposible. No es algo para lo que se pueda instalar un par de instrumentos y—sencillamente—medir. Pero si se utiliza la información del láser instalado en el satélite CALIPSO y se cruza con la de miles de vuelos comerciales, sí es posible.

Las estelas incrustadas aumentan la concentración de cristales de hielo y el espesor óptico de la nube. Lo que, en lugar de enfriar, hace que la nube sea más eficaz al atrapar la radiación térmica emitida por la Tierra, lo que genera un efecto de calentamiento neto.

En otras palabras, cuando un avión pasa por una nube cirrus, en lugar de hacerla menos densa y, a la vez, menos capaz de producir un efecto invernadero, la hace más densa todavía y su capacidad para retener calor aumenta.

El efecto diurno y nocturno

Este efecto no es el mismo en vuelos diurnos o nocturnos. Durante el día, las estelas incrustadas pueden tener un ligero efecto de enfriamiento al reflejar la luz solar hacia el espacio. Pero durante la noche, sin luz solar que reflejar, las nubes más densas atrapan el calor que sube desde la superficie.

El resultado global es un calentamiento anual de unos 5 milivatios por metro cuadrado (5 mW m²), lo que añade aproximadamente un 10% al impacto climático estimado de las estelas lineales tradicionales.

Durante la pandemia de COVID-19 hubo una importante reducción de vuelos comerciales, lo que permitió realizar muchas observaciones sobre las nubes cirrus sin la influencia de los aviones. Durante esos meses de confinamiento, la atmósfera volvió a un estado más “limpio”, casi preindustrial, en las altitudes de vuelo.

Esa reducción drástica de vuelos permitió contar con una referencia clara de cómo se comportan los cirrus cuando no hay aviones perturbándolos constantemente. Esa referencia fue clave para calcular el impacto de las estelas incrustadas.

Referencia de la noticia

Seelig, T., Wolf, K., Bellouin, N. & Tesche, M. Quantification of the radiative forcing of contrails embedded in cirrus clouds. Nature Communications (2025).