Lo que los primeros modelos climáticos predijeron y el tiempo confirmó

Las proyecciones desarrolladas a mediados del siglo XX, lejos de exagerar, describieron con exactitud el rumbo del clima terrestre y la realidad actual lo está demostrando.

Projecciones climáticas
Desde los años 60 que se viene estudiando y projectando el efecto de los gases de efecto invernadero en el clima. Las primeras estimaciones de calentamiento global han acertado indiscutiblemente.

Desde la década de 1960, la ciencia ha estado proyectando el futuro del clima en la Tierra. Entonces se trataba solo de advertencias teóricas, pero con el tiempo se transformaron en evidencia tangible: el clima cambió tal como se predijo.

El gran salto ocurrió en la Oficina Meteorológica de Estados Unidos, donde el meteorólogo y climatólogo japonés Syukuro Manabe marcó un antes y un después en la historia del clima. Fue pionero en el uso de computadoras para simular la atmósfera, un trabajo fundamental que lo llevó a recibir el Premio Nobel de Física en 2021.

Los modelos de Manabe, construidos a partir de principios básicos de la física atmosférica y oceánica, pronosticaron el mundo que vemos ahora y sentaron las bases para los modelos climáticos actuales que, aunque tienen limitaciones, han demostrado su validez al anticipar tendencias globales.

Las primeras advertencias sobre el impacto del CO₂

En los años 60, Manabe desarrolló un modelo climático muy simple; representaba la atmósfera global como una sola columna de aire e incluía componentes clave del clima, como la luz solar incidente, la convección de las tormentas eléctricas y su modelo del efecto invernadero.

A pesar de su sencillez, el modelo llegó a una conclusión que hoy parece casi profética: si el CO₂ de la atmósfera se duplicaba, el planeta se calentaría unos 3 °C. Esa estimación, hecha en 1967, sigue siendo acertada hoy: cuando la temperatura en la Tierra ha aumentado en torno a 1,2 °C a medio camino de duplicar el CO₂ preindustrial. Aunque otros gases también influyen, Manabe acertó con la sensibilidad climática de la Tierra.

Su modelo también anticipó que el aumento de CO₂ enfriaría la estratosfera, porque este gas retiene más calor cerca de la superficie mientras emite mayor energía hacia el espacio desde las capas altas. El resultado es un enfriamiento estratosférico que los satélites han registrado de forma consistente durante décadas.

Amplificación Ártica
La amplificación ártica se ha observado. El ártico se está calentando más rápido que el resto del planeta.

Este patrón es una huella inequívoca del calentamiento por gases de efecto invernadero: ningún otro fenómeno natural —ni siquiera El Niño— produce simultáneamente calentamiento en superficie y enfriamiento en la estratosfera, una señal clara de que el cambio climático actual tiene origen humano.

Además, Manabe anticipó la llamada amplificación ártica: que el Ártico se calentaría dos o tres veces más rápido que el promedio global. Seis décadas después, esa predicción está confirmada por observaciones y modelos actuales.

Diferencias en la tierra y el océano

A comienzos de los años 90, Manabe y el oceanógrafo Kirk Bryan dieron otro paso clave: lograron simular el clima con un modelo acoplado atmósfera-océano, incorporando la geografía real de los continentes y la circulación oceánica completa.

Con ello, demostraron que la tierra se calienta aproximadamente un 50% más que el océano, debido a que este absorbe calor más lentamente. Este contraste se observa hoy, ya que el calentamiento de los continentes es mayor a medida que aumenta la temperatura global.

El modelo también predijo que el Océano Austral tardaría más en calentarse, debido a que los fuertes vientos circumpolares hacen aflorar continuamente agua fría desde las profundidades, que reemplaza a la capa superficial expuesta al calentamiento.

Los modelos no son perfectos, pero sí confiables

La modelación climática siguió demostrando su precisión con el paso del tiempo. En 1996, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) proyectó que el nivel del mar aumentaría cerca de 8 centímetros en tres décadas.

Al cumplirse ese plazo, las mediciones satelitales revelaron que el ascenso fue aún mayor: 9 centímetros, porque los modelos subestimaron cuánto aportarían al océano el derretimiento acelerado de las capas de hielo.

Pese a estas diferencias, la historia de los modelos climáticos muestra algo contundente: aun con limitaciones, han conseguido anticipar con décadas de ventaja los patrones esenciales del cambio climático.

Y cada nuevo avance —más observaciones, mejores satélites y mayor capacidad computacional— continúa afinando estas proyecciones, reforzando su rol como una herramienta clave para entender y preparar nuestro futuro climático.