Los orígenes astrológicos de la predicción del tiempo
Mucho antes de los satélites y las supercomputadoras, la predicción del tiempo se apoyó en la astrología para explicar el clima y sus ciclos, un vínculo hoy olvidado que fue clave en el nacimiento de la meteorología.
Hoy en día, conocer el estado del tiempo es tan fácil y rápido como mirar la aplicación del celular. Tras los iconos de nubes, sol o lluvia hay una serie de fórmulas matemáticas, procesadas por supercomputadoras, considerando la presión atmosférica, la dinámica de fluidos y la observación satelital.
Parece obvio que la meteorología es una ciencia física rigurosa, totalmente ajena de la superstición; sin embargo, hubo un momento en la historia en que no fue así. Durante más de tres milenios, la astrología no solo fue compañera de la meteorología, sino su columna vertebral teórica.
Cuando los planetas decidían si llovía
Lejos de ser una progresión lineal desde la ignorancia hacia la luz, la ciencia atmosférica nació en los templos de Babilonia y maduró en las universidades medievales bajo la premisa: el clima es la geometría del cielo manifestándose en la Tierra.

En las llanuras del Tigris y el Éufrates —la “cuna de la civilización”— la supervivencia dependía de la agricultura y el control del agua. Allí, los sacerdotes bârû eran los encargados de leer la "escritura del cielo".
A diferencia de la astrología moderna centrada en el destino personal, entonces los eclipses y las posiciones planetarias no predecían el amor, sino si se romperían los diques del río.
De esa época quedaron los Diarios Astronómicos (650 a.C. - 60 a.C.), en los que los escribas registraron la posición de los planetas, el nivel del río, los precios del grano y el clima diario (nubes, viento, lluvia). Buscaban patrones repetibles, convencidos de que si los ciclos celestes eran predecibles, el clima también debía serlo.
De los dioses a la física
Cuando el conocimiento pasó a Grecia y posteriormente al mundo islámico y la Europa medieval, la idea evolucionó. Ya no eran dioses los que enviaban tormentas, sino mecanismos físicos, pero seguían mirando a los planetas para hacer el pronóstico del tiempo.
Aristóteles y más tarde Ptolomeo sistematizaron la astrometeorología. La teoría señalaba que el movimiento de los astros calentaba el aire y movía los cuatro elementos. Se creía que las estrellas y los planetas, al moverse, "excitaban" la tierra y el agua, produciendo vapores (lluvia) o humos (viento y truenos).
El sabio árabe Al-Kindi (s. IX) perfeccionó matemáticamente la predicción y sostenía que la lluvia no caía al azar, sino cuando los planetas formaban ángulos geométricos precisos que "abrían las compuertas" del cielo.
Esta visión legitimó la astrología en las universidades medievales (Oxford, Bolonia, París). Entonces, los catedráticos de astronomía tenían la obligación de publicar almanaques, herramientas vitales para que los agricultores supieran cuándo sembrar y los médicos cuándo purgar a sus pacientes, basándose en si el año sería "frío y seco" (saturnino) o "cálido y húmedo".
El gran pánico de 1524: el principio del fin
En la Era de los Descubrimientos –siglos XV a XVII–, la astrometeorología se convirtió en un recurso crítico para la navegación. Los marineros no solo usaban las estrellas para orientarse, sino también para prever tormentas.

Pero llegó 1524 y la credibilidad del sistema sufrió un golpe mortal cuando el matemático, astrónomo, astrólogo y clérigo Johannes Stöffler predijo que, en febrero de ese año, una gran conjunción de todos los planetas en Piscis (signo de agua) provocaría un diluvio universal.
El pánico se apoderó de Europa. La gente vendió sus tierras en los valles y huyó a las montañas. Pero febrero llegó y fue un mes inusualmente seco. Aunque los astrólogos intentaron justificar el fallo, la semilla de la duda ya estaba sembrada.
Kepler y el intento de reforma científica
Johannes Kepler, padre de las leyes del movimiento planetario, intentó salvar la disciplina. Rechazó la astrología supersticiosa, pero defendió una "astrología física". El astrónomo y matemático creía que la Tierra tenía un “alma” que respondía a las armonías geométricas de los planetas y exhalaba nubes en respuesta.

Para probarlo, Kepler mantuvo diarios meteorológicos sistemáticos durante décadas (1617-1629) en Alemania, comparando el clima real con sus predicciones teóricas. Sin saberlo, al priorizar los datos, estaba allanando el camino a la ciencia que eventualmente destruiría sus teorías.
La llegada del barómetro
El final de la astrometeorología no llegó por un debate filosófico, sino por un invento: el barómetro de Torricelli (1643).
Este instrumento demostró que el clima no dependía de objetos celestes ni de influencias lejanas, sino del peso y la presión del aire en la Tierra. La atmósfera pasó de ser un medio místico a un fluido mecánico.

En el siglo XIX, el almirante Robert FitzRoy (capitán del HMS Beagle de Darwin) fundó la Oficina Meteorológica británica (Met Office) y para distanciarse de los antiguos astrólogos, comenzó a usar una palabra nueva para hablar de pronóstico: forecast, rechazando el término prognostication asociado a la adivinación.
Aunque hoy se observa la presión atmosférica y no conjunciones planetarias, la astrometeorología no fue un error inútil, sino el motor que impulsó durante siglos la mejora de las matemáticas, la precisión astronómica y la costumbre de registrar datos climáticos diariamente.
Referencias de la noticia
Hambling, D. (2025, 11 de septiembre). Weatherwatch: Forecasting’s astrological origins. The Guardian.
Lawrence-Mathers, A. (2021) Medieval weather prediction. Physics Today, 74 (4).
Meteum Team. "From Astrology to AI: A Brief History of Weather Forecasting". Meteum, 23 de agosto de 2022.
Jiménez Cepero, M. (2025, 20 de abril). Astrocápsula 37 - La conjunción de 1524. Federación de Asociaciones Astronómicas de España.