Moda que contamina: microplásticos de la industria textil viajan por todo el mundo a través de corrientes marinas

Las microfibras de nuestra ropa emprenden un viaje oscuro hacia ecosistemas en el fondo del océano. La ciencia acaba de descubrir cómo llegan hasta allí

Fondo marino.
Aunque la basura flotante es visible, el 99% de la contaminación plástica oceánica son microfibras textiles. Estas diminutas hebras de nuestra ropa se hunden, invadiendo el fondo marino.

No hace falta botar basura al mar para contaminarlo. A veces basta con lavar una camiseta. En cada ciclo de lavado, millones de diminutas fibras sintéticas se desprenden de la ropa y escapan por el desagüe.

Esas hebras invisibles, imposibles de filtrar por las plantas de tratamiento, encuentran el camino hacia los ríos y de ahí al mar, como si siguieran una ruta que nadie ve pero que está trazada en cada prenda que usamos.

Un nuevo estudio revela que ya no se quedan flotando cerca de la costa ni atrapadas en redes de pesca. Están en el fondo del océano, a más de 3 mil metros de profundidad, en ecosistemas que solíamos considerar vírgenes.

Vías submarinas, el expreso hacia las profundidades

Bajo la superficie del océano hay algo así como un tren de carga corriendo por pendientes submarinas a gran velocidad.

Son las llamadas corrientes de turbidez, flujos de sedimento denso que se desplazan por cañones submarinos a velocidades de hasta 8 metros por segundo –similar a un auto desplazándose a casi 30 km/h bajo el agua–. Lo que arrastran no es solo arena y lodo, sino también plásticos invisibles a simple vista.

Un equipo internacional liderado por la Universidad de Manchester observó por primera vez cómo estas corrientes trasladan microplásticos desde la plataforma continental hasta el lecho marino profundo.

En el Whittard Canyon, a más de 300 kilómetros de la costa de Irlanda, detectaron que estas “avalanchas” estaban repletas de fibras textiles y fragmentos plásticos.

“Estas corrientes transportan los nutrientes que sostienen la biodiversidad de las profundidades, así que es impactante que también estén llevando partículas plásticas”, señaló el geólogo y coautor del estudio, Ian Kane, en un comunicado de la Universidad de Manchester.

Un cóctel peligroso

El problema no se limita a la presencia física de estos diminutos plásticos. En las profundidades donde nunca llega la luz, los animales confían en el tacto y el instinto para encontrar alimento. Allí, las microfibras plásticas se convierten en un engaño mortal.

"Los microplásticos por sí solos ya son un problema para la vida marina profunda, pero además actúan como 'portadores', transfiriendo sustancias dañinas como los químicos PFAS y metales pesados. Esto los convierte en un 'multiestresor' ambiental con la capacidad de afectar a toda la cadena alimentaria".

Peng Chen, líder del estudio

La evidencia es clara, y la culpa no es solo de bolsas o botellas de plástico. El estudio explica que el 77% de los microplásticos encontrados eran microfibras, principalmente de ropa sintética como poliéster o polietileno.

Trazas de plástico en paisajes remotos

Las muestras tomadas desde profundidades de hasta 3 mil 200 metros revelan que estas partículas no se acumulan al azar. Más bien, se concentran en zonas específicas, lo que los científicos llaman “hotspots de microplásticos”.

Estos puntos críticos coinciden peligrosamente con hotspots de biodiversidad, es decir, áreas que albergan una gran variedad de especies y que dependen del flujo de nutrientes y oxígeno que estas mismas corrientes transportan.

Pez de océano profundo
En estos puntos de biodiversidad habitan corales de aguas frías, esponjas gigantes y peces adaptados a la oscuridad total.

Esperamos que esta nueva comprensión ayude a implementar estrategias de mitigación”, destaca el investigador Ian Kane.

Ahora, el equipo de investigación está enfocado en comprender mejor el efecto que los microplásticos tienen en los organismos marinos, por ejemplo, las tortugas marinas y la fauna de aguas profundas.

La ciencia nos muestra que el fondo del mar no está tan lejos como parece: lo tocamos cada vez que elegimos una prenda, cada vez que lavamos sin filtro, cada vez que no miramos más allá de la etiqueta.

Cambiar nuestros hábitos, como optar por fibras naturales, usar bolsas de lavado y reducir el consumo de ropa desechable, es una forma de cortar el hilo invisible que une nuestros clósets con los abismos del océano.

Fuentes y referencias de la notica:

- Chen P., et al. (2025). Direct Evidence That Microplastics Are Transported to the Deep Sea by Turbidity Currents. Environmental Science & Technology.

- Universidad de Manchester. (2025). Scientists discover deep-sea microplastic hotspots driven by fast-moving underwater avalanches. Publicado en la sección de noticias de la institución.