Sal, microbios y algoritmos: la apuesta chilena contra los plásticos de un solo uso
Una nueva herramienta digital permite optimizar bacterias capaces de fabricar plásticos biodegradables, reduciendo costos y acelerando el camino hacia una bioindustria más limpia.

El plástico no desaparece. Se fragmenta, se entierra, flota en el mar o entra en nuestra cadena alimentaria convertido en microplásticos.
Frente a esta crisis global, un equipo de investigación en Chile apostó por una solución poco convencional: utilizar bacterias para producir bioplásticos biodegradables.
En los laboratorios de la Universidad Católica, esta microbio "todo terreno" se ha convertido en la gran esperanza para reemplazar los plásticos que ahogan el planeta.
Una crisis que nos rebalsa
Los plásticos de un solo uso están por todas partes. En las costas, en los estómagos de aves marinas, en las napas subterráneas y hasta en la leche materna.
La urgencia de encontrar materiales alternativos, biodegradables y sostenibles ha impulsado investigaciones en todo el mundo. En Chile, un grupo de investigación decidió mirar más allá de lo evidente.
Exploraron el potencial de una bacteria que vive en condiciones salinas extremas y que, con los nutrientes adecuados, puede generar un bioplástico llamado PHB (polihidroxibutirato), capaz de degradarse de forma natural en semanas.
La bacteria y el modelo: alianza entre biología y simulación
Diseñar un sistema eficiente para que una bacteria produzca bioplástico no es tan simple como dejarla crecer. Hay que elegir el mejor “menú” de nutrientes, controlar las condiciones del entorno y entender cada paso de su metabolismo.
Gracias a este programa es posible predecir qué combinaciones de nutrientes (como glucosa o residuos agrícolas) y qué condiciones ambientales permiten a la bacteria producir más PHB y crecer más rápido.
Este enfoque permitió aumentar en un 54% la biomasa de la bacteria y en un 153% la producción del bioplástico PHB, en comparación con los cultivos estándar.
Ciencia local para un futuro sostenible
Uno de los puntos más interesantes del proyecto es su potencial de economía circular.
Aunque en los ensayos se usó glucosa como fuente de carbono, el equipo ya explora alternativas como desechos agroindustriales, residuos de alimentos o aguas servidas tratadas. El proceso es simple en su lógica pero sofisticado en su ejecución.
Luego, este biopolímero puede ser extraído y moldeado para fabricar envases, bolsas u otros productos con un ciclo de vida mucho más amigable para el planeta.

Investigaciones como esta abren la puerta a un modelo distinto, uno donde los residuos se transforman en materia prima, donde las bacterias hacen el “trabajo sucio” y donde la innovación surge desde el sur global.
Detrás de cada bolsa de plástico que usamos y desechamos hay una cadena de decisiones. Algunas contaminan. Otras, como esta, apuestan por regenerar.
Quizá la revolución del plástico no venga de una gran industria, sino de un laboratorio universitario, una bacteria resistente y una computadora que aprendió a leer su lenguaje.
Referencias de la noticia
- Camila Orellana y Pedro Saa. (2025). Bioplástico producido por bacterias: un modelo genético para hacerlo más competitivo. Publicado en ING divulga.
- Naciones Unidas. (2019). Compromiso mundial para reducir los plásticos de un solo uso. Publicado en la sección de noticias de la ONU.