Los dibujos milenarios que emergen del desierto: un viaje al arte ancestral en la Quebrada de Lluta
Estas figuras en el desierto de Arica revelan un sistema de comunicación único de los pueblos prehispánicos que ha sobrevivido por siglos.

Bajo el cielo calmo del extremo norte de Chile, cuando el sol proyecta sus sombras más largas sobre los cerros, emergen figuras colosales. Son llamas, humanos, espirales y líneas geométricas dibujadas directamente sobre la piel de la tierra.
En la Quebrada de Lluta, los geoglifos sobreviven al polvo y al tiempo como una de las expresiones más poderosas del arte rupestre andino. Se cree que servían como señales para las caravanas, marcaban territorios o expresaban narrativas sagradas.
Están en lugares altos, visibles desde la distancia, como si el mensaje no fuera solo para quienes los construyeron, también para quienes estaban por llegar.
Señales para caminantes del desierto
¿Por qué alguien dibujaría una llama de 20 metros en la ladera de un cerro? La respuesta, según los especialistas, puede estar en el tráfico caravanero de la época.
Las caravanas de llamas, cargadas con maíz, charqui, sal o tejidos, descendían desde el altiplano.
Según se detalla en las actas del Primer Simposio Natural de Arte Rupestre de Chile, para esos caminantes, los geoglifos pudieron haber sido marcas de orientación, mensajes simbólicos o incluso, señales de advertencia y protección ritual.
Eran mensajes pensados para ser vistos en movimiento, desde una ruta específica, como si el cerro hablara al viajero.
Trazos en la roca, voces del pasado
Los geoglifos del valle de Lluta fueron construidos con la técnica aditiva: se agruparon piedras sobre la superficie del cerro para formar figuras visibles desde lejos.
Estas figuras —llamas en caravana, humanos esquemáticos, espirales o rombos escalonados— presentan una coherencia notable.
Tanto así, que en 1975 se definió el llamado “estilo Lluta”, caracterizado por su alto nivel de estandarización formal y por rasgos estilísticos únicos en la región.

En total y según detalla una publicación liderada por el destacado arqueólogo nortino Luis Briones (fallecido el 2021), se han identificado 23 paneles distribuidos en 17 sitios, todos en zonas elevadas, difíciles de alcanzar, pero estratégicamente ubicados para ser vistos por quienes recorrían las rutas del desierto.
El desierto como libro abierto
Aunque este arte rupestre no se puede guardar en vitrinas ni mover a una sala de museo, sí ha sido objeto de iniciativas concretas de resguardo y puesta en valor.
Sin embargo, a más de 40 años de esas primeras intervenciones, muchos geoglifos siguen amenazados por el paso de vehículos, la erosión natural y la falta de resguardo adecuado.
A simple vista, el desierto parece silencioso, inmutable. Pero si se observa con atención, revela un lenguaje antiguo escrito sobre sus laderas.
En la Quebrada de Lluta, ese lenguaje sigue esperando ser leído. Como páginas abiertas de un libro sin texto, los geoglifos nos invitan a imaginar cómo nuestros antepasados hicieron del paisaje su lienzo, y del andar, una forma de contar historias.
Referencias de la noticia
Briones, L. (2007). Geoglifos del Norte de Chile: Región de Arica y Parinacota. Consejo de Monumentos Nacionales.
Briones, L., Valenzuela, D. y Santoro, C. (2004). Los geoglifos del valle de Lluta: una reevaluación desde el estilo. Actas del Primer Simposio Nacional de Arte Rupestre.