Este ‘abuelo’ patagónico tiene 3.600 años y sus anillos nos advierten así de nuestro futuro
En los bosques del sur de Chile crece un anciano silencioso: el alerce milenario. En sus anillos guarda la memoria del clima, y hoy, sus señales alertan sobre lo que viene.

En medio de la niebla y la lluvia constante de la selva valdiviana, un tronco ancho y cubierto de líquenes guarda más historia de la que cualquier libro podría contar. Es el alerce, o Fitzroya cupressoides, uno de los seres vivos más antiguos del planeta. Su ejemplar más famoso, conocido como el “Gran Abuelo”, se levanta en el Parque Nacional Alerce Costero y supera los 3.600 años de edad.
Cada año sumó un nuevo anillo a su madera, y con él registró un fragmento del clima, una huella de la lluvia o del sol, del frío o de la sequía. El alerce es una máquina natural de la memoria: un testigo que guarda, con precisión milimétrica, la historia del clima del sur de Chile y del planeta.
Los anillos que cuentan historias
Cada anillo del alerce marca un año de crecimiento, pero también un capítulo de su entorno. En los años húmedos y templados, la madera se expande y deja un anillo ancho; en los años secos o fríos, los anillos se estrechan, como si el árbol respirara menos.

Esta variación, repetida por siglos, permite a los científicos leer los anillos como si fueran archivos climáticos. La ciencia que estudia estas huellas se llama dendroclimatología, y en Chile ha permitido reconstruir más de mil años de historia ambiental.
Cada muestra de madera, extraída con un fino barreno sin dañar el árbol, es una cápsula del tiempo. Los anillos, analizados bajo microscopio, revelan los ritmos del pasado y también los cambios más recientes, donde el patrón natural empieza a distorsionarse.
Cuando el bosque nos habla
Los anillos del alerce han empezado a mostrar algo que preocupa a los científicos. En las últimas décadas, su crecimiento se ha reducido hasta un 40% en comparación con los registros históricos. Las causas son claras: sequías más prolongadas, temperaturas inusualmente altas y un descenso en las precipitaciones en la zona sur de Chile, especialmente desde los años 90.

Los investigadores del CR2 y de la Universidad Austral confirman que los bosques templados del sur están experimentando una de las mayores reducciones de humedad del suelo en los últimos mil años, algo que queda reflejado en los anillos más recientes de los alerces. Algunos ejemplares muestran años completos sin crecimiento visible, una señal de estrés extremo que antes solo se observaba tras erupciones volcánicas.
Los científicos interpretan esto como una advertencia directa. Si un árbol que sobrevivió glaciaciones y siglos de tormentas hoy lucha por crecer, significa que el equilibrio climático del sur está cambiando más rápido de lo que su bosque puede adaptarse. Y lo más inquietante es que este mensaje no proviene del pasado, sino del presente.
El último guardián del tiempo
Declarado Monumento Natural en 1976, el alerce ha sobrevivido siglos de explotación, incendios y silencio. Hoy ya no se tala como antes, pero sigue amenazado por la sequía, el calentamiento global y la pérdida de su hábitat húmedo, del que depende su lenta respiración.
Los investigadores advierten que, si las tendencias actuales continúan, los bosques de alerce podrían transformarse en paisajes fragmentados y envejecidos, incapaces de regenerarse al ritmo que exige el clima. La especie que una vez midió el tiempo en milenios ahora enfrenta cambios que ocurren en cuestión de décadas.
A pesar del escenario crítico, los especialistas coinciden en que aún es posible revertir parte del daño. Proteger los bosques de alerce requiere restaurar su entorno húmedo, controlar los incendios y limitar las intervenciones humanas en sus ecosistemas. Cada nuevo anillo que este árbol logra formar es una muestra de resiliencia: una prueba de que la naturaleza puede recuperarse si se le da tiempo y espacio. Cuidar al alerce no es un gesto simbólico, sino una acción concreta para conservar la memoria climática de Chile y las lecciones que aún puede ofrecernos.