Antártica Chilena: el continente del hielo eterno y el laboratorio más extremo del planeta

En el extremo sur del mundo, donde el viento parece tener vida propia, la Antártica Chilena se levanta como un territorio de belleza sobrecogedora y condiciones imposibles. Más allá del hielo, es un laboratorio natural que guarda las claves del pasado y del futuro climático de la Tierra.

¿Sabías que en la Antártica hay más pingüinos que personas? Durante el verano austral, millones de pingüinos anidan en las costas antárticas, mientras solo unos cientos de científicos permanecen en sus bases.

Más allá del cabo de Hornos se despliega la Antártica Chilena, una porción del continente blanco bajo soberanía nacional desde 1940. Sus temperaturas extremas, su atmósfera seca y su aislamiento la convierten en uno de los entornos más duros de la Tierra. Sin embargo, este territorio helado es también un laboratorio natural donde la ciencia estudia los mecanismos que regulan el clima del planeta.

Un continente helado y vivo

En la franja conocida como Antártica Chilena, el paisaje combina montañas cubiertas de nieve, glaciares que se precipitan al mar y fiordos de un azul profundo. Pese a su apariencia hostil, la vida se abre paso. Pingüinos Adelia y papúa, focas de Weddell y elefantes marinos conviven con líquenes, musgos y aves migratorias que aprovechan la breve temporada de luz del verano austral.

Ciencia en condiciones imposibles. Los investigadores antárticos enfrentan temperaturas bajo cero y aislamiento total para obtener datos esenciales sobre el cambio climático.

Durante esos meses de luz interminable, cuando la temperatura apenas roza los cero grados, la Antártica se transforma en un centro de actividad científica. Las bases chilenas reciben a investigadores que estudian desde el hielo hasta la atmósfera. En cada núcleo de aire atrapado en los glaciares, en cada corriente marina o muestra de plancton, se esconden pistas sobre cómo ha cambiado el clima del planeta a lo largo de miles de años.

El reino del frío extremo

En las bases del Territorio Antártico Chileno, la sensación térmica puede descender hasta los –40 °C incluso en pleno verano. Más al interior del continente, se han registrado temperaturas récord cercanas a los –80 °C, cifras que hacen de este el lugar más frío de la Tierra.

Este clima extremo se explica por la acción del anticiclón polar antártico, un sistema de alta presión que mantiene encerrado el aire frío y seco. Al mismo tiempo, el fuerte contraste térmico entre el continente y el océano Austral genera potentes vientos y corrientes marinas.

Entre ellas, la corriente circumpolar antártica destaca por ser la más extensa del planeta: un verdadero cinturón oceánico que conecta los mares del sur y que influye directamente en el clima de Sudamérica y del resto del hemisferio sur.

Paradójicamente, este aislamiento atmosférico y oceánico convierte a la Antártica en un guardián del equilibrio climático global. Si el hielo se derrite, el nivel del mar aumenta; si el viento cambia, también lo hace la distribución de la energía en el planeta. En ese delicado equilibrio entre hielo, viento y mar, la Antártica actúa como el termostato invisible del planeta.

Ciencia, cooperación y futuro

La Antártica no pertenece a ningún país, sino a toda la humanidad. Desde 1959, el Tratado Antártico establece que este continente solo puede usarse con fines pacíficos y científicos. Chile, uno de los doce países firmantes originales, mantiene una presencia activa a través de su Instituto Antártico Chileno (INACH) y una red de bases que apoyan investigaciones sobre biodiversidad, geología, glaciología y cambio climático.

El trabajo que se realiza allí tiene repercusiones globales. El análisis de las capas de hielo permite reconstruir la historia climática del planeta, revelando cómo han variado las concentraciones de gases como el dióxido de carbono y el metano durante cientos de miles de años. Estos registros naturales muestran con claridad la aceleración del calentamiento global en las últimas décadas.

Un territorio que nos habla del planeta

Cada 6 de noviembre, Chile recuerda su vínculo histórico y científico con la Antártica, reforzando la importancia de proteger este entorno único. Sin embargo, más allá de las fechas conmemorativas, la Antártica Chilena nos recuerda cada día que el futuro climático del planeta se escribe también en sus hielos.

El “Día de la Antártica Chilena” se celebra cada 6 de noviembre, en conmemoración al decreto del expresidente Pedro Aguirre Cerda que fijó los límites del Territorio Chileno Antártico en 1940.

Allí, donde el aire duele y el horizonte es blanco, el planeta muestra su rostro más frágil y poderoso a la vez. Cuidar la Antártica es cuidar el termómetro de la Tierra, el pulso helado que regula nuestros mares, vientos y estaciones.

Referencias de la noticia

Instituto Nacional Antártico Chileno. Sobre INACH.

Academia Diplomática. Día de la Antártica Chilena.