Descubren que el metano subterráneo alimenta los ecosistemas de ríos y es clave para la cadena alimenticia
Un hallazgo en Australia revela que el metano, además de las algas y plantas terrestres, también puede alimentar la vida en los ríos. Este gas subterráneo se integra a la cadena alimentaria a través de bacterias que lo transforman en biomasa.

Para crecer, reproducirse y funcionar, todos los seres vivos necesitan carbono. En los ecosistemas de agua dulce, tradicionalmente se consideraban dos grandes fuentes: el carbono autóctono, generado por algas y plantas acuáticas dentro del mismo ecosistema, y el carbono alóctono, que llega desde la tierra como hojarasca, ramas o flores.
Ambas fuentes están relacionadas con la fotosíntesis, es decir, con la capacidad de las plantas para transformar luz solar y dióxido de carbono en materia orgánica. Sin embargo, la cantidad y calidad de estas fuentes puede variar mucho dependiendo del río, la estación del año o la disponibilidad de nutrientes.
El metano: una fuente subterránea
Pero hay una tercera vía que ha sido poco explorada: el metano. Este gas puede producirse dentro del propio ecosistema por microorganismos en ambientes sin oxígeno, como sedimentos profundos o humedales. Sin embargo, su aporte a las redes tróficas de ríos ha sido considerado menor, ya que los ríos suelen estar bien oxigenados.
Lo sorprendente es que en algunos casos, el metano no se origina dentro del ecosistema, sino que emerge desde el subsuelo a través de grietas naturales. Estas macrofiltraciones pueden inyectar grandes cantidades de metano disuelto directamente al agua del río, en concentraciones mucho mayores a las que se generan localmente.
Una vez en el agua, el metano puede ser aprovechado por bacterias especiales llamadas metanotróficas. Estas bacterias lo convierten en biomasa, que luego es consumida por pequeños animales acuáticos, integrando este "carbono subterráneo” a toda la red alimentaria.
El caso del río Condamine: cuando el gas se vuelve alimento
Para investigar este fenómeno, un grupo de científicos estudió el río Condamine, en Australia, donde existen filtraciones naturales de metano asociadas a antiguos depósitos geológicos. Compararon animales y materiales recolectados en zonas con filtraciones con otros de zonas “normales”, sin aporte de gas.
Gracias a análisis de isótopos estables, los investigadores pudieron rastrear el origen del carbono presente en los tejidos de diferentes organismos. Los resultados fueron asombrosos: en zonas con filtraciones, el metano era la principal fuente de carbono para ciertos insectos acuáticos, como las efímeras, con una contribución de hasta el 55 %.
Las burbujas de metano se forman cuando las bacterias submarinas consumen materia en descomposición y expulsan metano que se eleva y se congela.
— Enséñame de Ciencia (@EnsedeCiencia) September 26, 2024
También es inflamable. ️pic.twitter.com/jWLL4IzLNL
Este carbono luego ascendía en la cadena trófica. En peces carnívoros como el pez mosquito oriental o los gobios de carpa, el metano aportaba entre un 24 y un 28 % de su contenido de carbono. Incluso superaba en algunos casos al carbono de origen acuático, que tradicionalmente se consideraba el más nutritivo.
Con estos hallazgos, se plantea un nuevo modelo para entender cómo fluye la energía en los ríos. A las clásicas rutas de luz + fotosíntesis (autóctona) y materia vegetal terrestre (alóctona), se suma una tercera ruta: el metano como fuente basal de energía, activada por bacterias y luego transferida a invertebrados y peces.
Los científicos llaman a este modelo de tres vías: fuentes de energía, movilizadores y disipadores. Las fuentes incluyen la luz solar, la materia vegetal terrestre y el metano. Los movilizadores son algas, hongos y bacterias. Y los disipadores son los animales que se alimentan de cualquiera de estas tres rutas, directa o indirectamente.
¿Una excepción o una nueva norma?
Aunque las macrofiltraciones como las del río Condamine no son comunes, este estudio demuestra que cuando el metano se encuentra en altas concentraciones, puede integrarse eficientemente a las redes alimentarias, desafiando la idea de que solo el carbono “verde” sostiene la vida en los ecosistemas acuáticos.
Estos hallazgos permiten comprender mejor los efectos de actividades humanas como la extracción de gas o petróleo, que podrían alterar los ciclos naturales de carbono. Saber que el metano puede alimentar organismos acuáticos tiene implicancias clave para la gestión ambiental y el debate sobre cambio climático.
Aunque el metano es conocido por su impacto como gas de efecto invernadero, aquí se revela su faceta productiva: bacterias metanotróficas lo convierten en biomasa, alimentando a insectos, peces y más. Estas bacterias funcionan como “fábricas vivas” que sustentan una parte significativa de la cadena trófica.
Referencia de la noticia
-P. McInerney, B. Wolfenden, D. Nielsen, G. Rees. El metano antiguo alimenta la red alimentaria de los ríos modernos. British Ecological Society (2025).