El ingenioso invento para cosechar agua de las nubes: así funcionan los atrapanieblas en Chile
En el norte de Chile, donde la lluvia casi no existe, un invento simple y brillante está cambiando la historia. Los atrapanieblas permiten recolectar agua directamente de las nubes, convirtiendo la niebla en una fuente sustentable para comunidades y ecosistemas.

En medio de la aridez del norte de Chile –donde las lluvias son un recuerdo distante y el agua un recurso tan valioso como el cobre– la naturaleza da una pista inesperada: la niebla. Ese manto blanco que cada mañana se posa sobre los acantilados costeros inspiró una idea tan simple como brillante: cosechar agua directamente de las nubes.
Los atrapanieblas son un invento que parece sacado de ciencia ficción, pero que hoy son reales. Con mallas, tubos y depósitos, convierten la bruma costera –la famosa camanchaca– en agua utilizable para consumo humano, agricultura o reforestación. Y en 2025, este sistema ya ha pasado de piloto a herramienta clave de gestión hídrica en Chile.
Cómo funcionan los atrapanieblas
El principio es sencillo (aunque su ingeniería tiene su arte): la niebla pasa a través de una malla vertical diseñada para atrapar microgotas suspendidas en el aire. Estas gotitas se condensan, se agrupan y luego caen por gravedad hacia una canaleta que las conduce a un estanque de almacenamiento.
El rendimiento depende de varios factores: la densidad de la niebla, la dirección del viento y el tipo de malla. En zonas de la costa árida chilena se han registrado valores de hasta 8 a 10 litros diarios por metro cuadrado en las condiciones óptimas. No parece mucho, pero en regiones donde no llueve durante años, ¡cada gota cuenta! Además, estos sistemas no requieren electricidad ni químicos: sólo viento, niebla y buena ubicación.
Chile, pionero y en 2025 a la vanguardia
Aunque hoy se hable del tema en varios países áridos, Chile fue pionero en llevar la idea a la práctica. Desde los primeros experimentos del físico Carlos Espinosa Arancibia en la década de 1950 hasta innovaciones recientes, el país ha estado al frente.
Y en 2025 se da un paso clave: lanzado en junio, el “Mapa de Agua de Niebla” –una plataforma interactiva desarrollada por el Centro UC Desierto de Atacama (CDA) y otras instituciones– permite explorar de forma gratuita dónde, cuándo y cuánta agua de niebla puede recolectarse a lo largo de unos 2.000 km de costa desde Arica hasta el Maule.
Por ejemplo, el mapa estima que en altos sectores de Alto Hospicio (Región de Tarapacá) podrían captarse hasta 10 litros por metro cuadrado al día bajo condiciones óptimas. El proyecto también lleva por nombre “AMARU” (quechua para “serpiente de agua”), reflejando la idea de que la niebla costera fluye como una serpiente de humedad que puede transformarse en recurso.
Más que agua: una herramienta de futuro
Estos sistemas no sólo proporcionan agua, sino que abren puertas. En comunidades rurales aisladas, los atrapanieblas pueden fortalecer la seguridad hídrica, permitiendo reforestar especies nativas como el quillay o el tamarugo, y generar cultivos resistentes en ambientes áridos.

Además, investigadores ya estudian modelos que combinan sensores meteorológicos, energía solar y metalurgia liviana para mejorar rendimiento, durabilidad e integración comunitaria. Proyectos, en la actualidad, apuntan a extender la tecnología hacia regiones del centro-sur y a incorporar estos sistemas como parte de los planes de adaptación al cambio climático.
En un país donde el agua escasea y la desertificación avanza, los atrapanieblas nos recuerdan una lección esencial: la innovación no siempre llega del laboratorio, también del observar con curiosidad la naturaleza. Mientras en el norte la camanchaca sigue bañando los cerros cada mañana, las comunidades que aprenden a aprovecharla demuestran que, incluso en el desierto, el futuro puede venir flotando en el aire.