Gran emisión de vapor en erupción del Hunga Tonga puede afectar el clima

El pasado 15 de enero ocurrió la violenta erupción del volcán submarino Hunga Tonga-Hunga Ha'apai situado en las aguas del Pacífico Sur. Además de la devastación provocada por los tsunamis en costas de todo el mundo, hoy un estudio revela su incidencia a largo plazo en el clima de nuestro planeta.

nube erupción volcán Hunga Tonga
Los satélites captaron la gigantesca nube de cenizas y vapor de la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha'apai, en enero de 2022. Sus efectos se sentirán por muchos años.

Después de años de inactividad, el 15 de enero ocurrió la erupción del volcán submarino Hunga Tonga-Hunga Ha'apai, catalogado por los expertos como la mayor explosión ocurrida en la Tierra desde la Era Moderna.

La súbita liberación de energía por el estallido volcánico desencadenó tsunamis que afectaron al archipiélago de 170 islas que componen Tonga. Olas de más de 1 metro se desplazaron por el Pacífico Sur, generando alertas para las costas de Chile, Isla de Pascua y otras naciones insulares en la región. La columna de vapor de agua y cenizas que se creó al entrar en contacto el magma a 1.000 °C (emergiendo de la caldera del volcán a 150 m bajo la superficie) con el mar, alcanzó casi 50 km de altura en la atmósfera. Nunca antes se había registrado un evento eruptivo de esta magnitud, que aunque solo duró 8 minutos, pudo escucharse a 800 km de distancia.

El calor liberado por el agua y las cenizas emanadas ocasionaron ondas de gravedad atmosféricas que alcanzaron 320 m/s, “rebotando” alrededor del planeta durante las 12 horas siguientes.

Pero a estas consecuencias inmediatas por la “explosión” del volcán Hunga Tonga, se añaden las que describe una reciente investigación de un equipo del Laboratorio de Propulsión de la NASA (JPL), publicada por la revista Geophysical Research Letters.

¿Qué se pudo observar?

Durante el análisis de los datos proporcionados por el Microwave Limb Sounder (MLS), uno de los instrumentos a bordo del satélite AURA del programa Earth Observing System (EOS), se apreciaron valores anómalos en la composición y temperatura de la estratosfera después del 15 de enero. La simulación de las trayectorias de la radiación solar en la atmósfera permitió concluir que aumentó la presencia de agua (H2O), dióxido de azufre (SO2) y ácido clorhídrico (HCl) con respecto a la registrada durante erupciones ocurridas con anterioridad.

La erupción generó modificaciones en la composición química y temperatura de la estratósfera. La inyección de agua en la atmósfera fue la más alta registrada por los satélites en 18 años.

A pesar de que las inyecciones de SO2 y HCl no fueron excepcionales en volumen, sí lo fueron por la altitud alcanzada en la atmósfera. Sin embargo la inyección de H2O superó en magnitud cualquier otra registrada por el MLS en los 18 años de operación, además de que alcanzó la mesosfera y aumentó en un 10% el vapor de agua presente en la estratosfera normalmente.

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Esta columna de H2O tardará varios años en disiparse, por lo que se espera que incida directamente en el calentamiento de la superficie terrestre, pues afecta la composición química y la dinámica estratosféricas. Los 146.000 millones de litros de agua que expulsó a la atmósfera el volcán oculto en el archipiélago tongano, absorbe la energía solar y potencia el efecto invernadero. Entonces, es previsible que se afecte el clima de la Tierra a partir de las consecuencias de este evento eruptivo en el Océano Pacífico.

¿Los volcanes también pueden “refrigerar” la Tierra?

En estudios precedentes de fenómenos similares se ha documentado que la llegada de dióxido de azufre (SO2) a las capas más altas de la atmósfera ocasiona la reflexión de los rayos solares hacia el exterior, y por tanto, contribuyen a bajar la temperatura en la superficie terrestre. Un registro reciente refiere la disminución en 0,5°C la temperatura global, luego de la erupción del volcán Pinatubo en 1991.

El aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero causaría que las nubes volcánicas repletas de SO2 alcanzaran mayor altitud, expandiéndose más y por tanto, reflejando mayor cantidad de luz del Sol. Esto ocasionaría descensos extremos de las temperaturas. Pero, como nuestro planeta es un sistema con interrelaciones continuas, con las alarmantes perspectivas de alcanzar para el año 2100 un aumento de 6°C, la troposfera se situaría 1,5 km más alto, por lo que las emisiones volcánicas de magnitudes medias no alcanzarían la estratosfera, y por tanto no ocurriría el efecto “refrigerante”. De igual modo en ese escenario descrito para la próxima centuria, las emisiones como las del Hunga Tonga-Hunga Ha'apai llegarían a la estratósfera y ocasionarían un efecto refrigerante.

De momento sabemos que estos gigantes que viven en nuestra casa, y que a veces arrojan nubes de agua y azufre, inciden en como viviremos en ella. Solo conocerlos en su contexto nos permitirá pensar en una Tierra en la que todos tenemos lugar para vivir brevemente.