El Alerce: el árbol patagónico que es un archivo climático de 5.000 años y cómo se leen sus anillos

El alerce milenario de la Patagonia es uno de los árboles más antiguos del mundo. Sus anillos registran lluvias, sequías, incendios y oscilaciones climáticas que permiten reconstruir miles de años de historia atmosférica y entender mejor el cambio climático actual.

El imponente Alerce Milenario.
El imponente Alerce Milenario se eleva sobre el bosque valdiviano en la Cordillera de la Costa. Sus más de 5.000 años de vida lo convierten en uno de los árboles más antiguos del planeta y en un archivo natural del clima del sur de Chile.

La Patagonia esconde un secreto que no aparece en ningún museo: un árbol que escribe su propia historia. Los alerces milenarios, con su tronco colosal y aroma a lluvia fría, conservan dentro de su madera más de 5.000 años de clima, registrado anillo por anillo como si fueran páginas de una enciclopedia natural.

Cada línea de crecimiento es una frase escrita por la atmósfera: años de abundante lluvia, temporadas de sequía implacable, inviernos crudos o señales de incendios que ocurrieron siglos antes de que existieran estaciones meteorológicas.

Entre estos gigantes destaca el famoso “Alerce Milenario” (Fitzroya cupressoides), uno de los seres vivos más antiguos del mundo. Su edad estimada supera los 5.000 años, lo que significa que ya estaba creciendo cuando surgieron las primeras civilizaciones humanas. Es un testigo silencioso de la evolución del clima en el sur de Chile, y su existencia es clave para entender la crisis climática que vivimos hoy.

Dendroclimatología: cuando los árboles se convierten en cronistas del tiempo

La ciencia que permite descifrar la memoria del alerce se llama dendroclimatología, una disciplina que estudia los anillos de crecimiento de los árboles para reconstruir el clima del pasado. En términos simples, los árboles llevan un diario secreto en su tronco, escribiendo año tras año cómo fue la atmósfera que los rodeó.

En este lenguaje de madera, los años húmedos dejan anillos más anchos, reflejo de un crecimiento generoso, mientras que los años secos o fríos producen anillos delgados, señal de estrés hídrico. Los árboles también conservan cicatrices causadas por incendios, heladas o erupciones volcánicas, permitiendo reconstruir episodios que ocurrieron siglos antes de la existencia de registros instrumentales.

Los alerces —especialmente Fitzroya cupressoides— son ideales para esta ciencia: crecen lentamente, viven miles de años, resisten la humedad y conservan su madera con notable nitidez. Gracias a ellos, los científicos han logrado reconstruir más de 5.600 años de clima en el sur de Chile, un archivo natural que supera por lejos cualquier registro humano.

El “Alerce Milenario”: el gigante que vio nacer nuestra historia climática

Ubicado en la Cordillera de la Costa, el “Alerce Milenario” ha sido objeto de investigaciones lideradas por el científico chileno Jonathan Barichivich, quien estimó su edad en más de 5.000 años.

Este árbol nació antes que muchas civilizaciones y ha sobrevivido a una larga lista de eventos climáticos extremos: la Pequeña Edad del Hielo, sequías medievales, incendios históricos, fases intensas de El Niño y La Niña, e incluso la llegada de los primeros habitantes del territorio.

Sus anillos más antiguos pertenecen a un mundo completamente distinto, y su tronco conserva señales que revelan cómo era el clima antes del calentamiento acelerado registrado desde el siglo XX. Cada una de estas capas aporta una pieza del rompecabezas climático del hemisferio sur.

En el Alerce Milenario, los anillos revelan años muy lluviosos, sequías profundas, cicatrices de incendios o volcanes y señales de El Niño y La Niña, ofreciendo un registro claro de las oscilaciones climáticas del pasado.

Estos datos han permitido concluir que la megasequía actual es una de las más severas de los últimos 400 años y que el calentamiento en el sur de Chile se ha intensificado desde el siglo XX. En otras palabras, los alerces no solo registran el clima: lo comparan, revelando qué tan excepcional es el tiempo que vivimos.

A pesar de su valor científico y ecológico, el alerce está catalogado en peligro de extinción debido a incendios, tala histórica, fragmentación del bosque y efectos del cambio climático. Perder uno de estos gigantes es como quemar un libro único, un archivo natural imposible de reemplazar.