¿Qué barremos cuando barremos? ¡Te quedarás de boca abierta!

Aunque no lo veamos, el polvo siempre está. Como un fantasma que sólo se ve al trasluz, el polvo siempre está ahí, listo para aterrizar en nuestros muebles. Y si pensamos que sólo se trata de tierra, estamos muy equivocados.

El polvo doméstico
El polvo doméstico está compuesto por millones de partículas de diversa naturaleza.

La atmósfera de nuestra casa está repleta de partículas microscópicas. Y no importa cuántas veces limpiemos, no hay escoba o aspiradora que venza de una vez y para siempre al principal enemigo de la pulcritud doméstica: el polvo. Pero, ¿Qué es exactamente el polvo? ¿De qué está hecho? Y ¿por qué es tan difícil eliminarlo por completo?

Se considera polvo a una partícula de menos de 75 micrómetros. Esto equivale a algo así como el ancho de un cabello humano. Pero además, una característica distintiva del polvo, además del tamaño, es el tiempo de suspensión en el aire y la velocidad de asentamiento en superficies. Una bolita de metal que cae al piso no es polvo. En cambio sí lo es una partícula de algodón.

Se considera polvo a una partícula de menos de 75 micrómetros. Esto equivale a algo así como el ancho de un cabello humano.

Algunos estudios afirman que en nuestro hogar pueden estar flotando hasta 10 millones de objetos diminutos por metro cúbico de aire. Son 10 millones de partículas que, tarde o temprano, terminarán aterrizando en los muebles del living. Obviamente, la cantidad y composición de estos “fantasmas” domésticos será distinta según la estación del año, los hábitos de higiene, la ubicación de la casa y otros factores.

Polvillo
¿De qué esta hecho el polvo doméstico?

Ese cúmulo de partículas es de lo más diverso, y puede contener, en distintas proporciones, trocitos de amianto, neumático derretido, sal marina, arena de los desiertos, cadáveres de insectos, y hasta restos microscópicos de cometas que ingresaron a la atmósfera terrestre. Sin embargo, uno de los principales componentes del polvo doméstico… somos nosotros mismos.

¿Al polvo volvemos?

Según explica el sitio de ciencia Veritasium, cada hora nuestro cuerpo produce 20 millones de células de piel. Estas células nuevas empujan a las anteriores, que se desprenden y “se van” de nosotros. Por día, entonces, somos capaces de perder casi 500 millones de células muertas, que pesan entre 1 y 2 gramos. En un año, esto alcanza a ser medio kilo de piel.

Pero eso no es todo. “No es sólo piel lo que estamos cambiando. Miles de pequeños organismos viven en nuestros cuerpos. Un microbioma lleno de bacterias, hongos y ácaros. A cada hora, arrojamos cerca de 1 millón de microbios en una nube que se extiende en un radio de 1 metro alrededor del cuerpo” dice el doctor en física y divulgador científico Derek Muller.

Efectivamente, los ácaros —que se alimentan de nuestra propia piel muerta— también componen el polvo que barremos y limpiamos. Se calcula que en una cucharada de polvo pueden habitar unos 1000 ácaros, ¡y 250 mil de sus heces! De hecho, esta es la principal causa de la llamada alergia al polvo. Los ácaros y sus deposiciones.

Nuestras células son tan pequeñas y livianas que el aire las transporta muy fácilmente. Se ha calculado que cuando hacemos la cama sacudiendo las sábanas, la cantidad de escamas de piel en un metro cúbico de aire aumenta de 21 mil a 107 mil.

Entonces, ¿qué porcentaje representa la piel en el polvo doméstico? Es difícil determinarlo porque se mezcla con todas las otras partículas que circulan en el aire, pero se estima que representa hasta la mitad del polvo que limpiamos diariamente.

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“En un estudio se colocó a una persona en una sala limpia por 90 minutos. Luego los científicos identificaron quién estuvo en la habitación sin usar el ADN, sino con la huella característica de su nube microbiana. El equipo señaló que esto sugiere una aplicación forense para bioaerosoloes en interiores. Y tal vez algún día usaremos nubes de polvo microbiano para resolver delitos” agrega Muller.

Así que por mucho que nos esmeremos en aspirar y barrer, es una lucha contra los molinos de viento. Nunca podremos eliminar el polvo por completo, porque, literalmente, somos nosotros parte de él.