¿La humanidad está preparada para el impacto de asteroides?

En los últimos días, se ha hablado mucho sobre la posibilidad de una guerra nuclear y los impactos que esto tendría en la humanidad. No obstante, también somos vulnerables a los eventos extraterrestres, que pueden llevar a una extinción en masa.

Asteroide
Imagen que ilustra el poder destructivo que el impacto de un asteroide podría tener en la superficie del planeta.

En los últimos 4,5 billones de años, la superficie de nuestro planeta ha sido alcanzada muchas veces por asteroides y cometas que, en algunas ocasiones, han causado la extinción significativa de los seres vivos. Actualmente, el impacto de estos objetos (en especial los de gran tamaño) continúa siendo un peligro real para las especies en la Tierra, desde las más frágiles a las más resistentes. Un asteroide de 1 a 2 km de diámetro sería suficiente para acabar con todos los organismos vivos del planeta, e incluso con la misma Tierra.

Los científicos especializados en el asunto afirman que es bastante probable que la Tierra sufra nuevamente el impacto de un objeto cósmico en el futuro, considerando los modelos matemáticos creados que permiten calcular, con alta precisión, la probabilidad de que un acontecimiento de este tipo ocurra. A pesar de que las probabilidades no son las mejores, los cálculos hasta ahora son animadores.

Hasta el momento, los científicos no han identificado ningún asteroide que pueda chocar con la Tierra, con potencial de dañarla significativamente.

Felizmente, de los millones de objetos que orbitan la Tierra, los otros planetas del Sistema Solar y el mismo Sol, no se ha identificado ninguno con tamaño suficiente para dejar daños significativos en la Tierra. Sin embargo, es imposible ignorar la posibilidad que ocurra un evento como el de 1994 en Júpiter, donde se verificó la colisión entre el planeta y el cometa Shoemaker-Levy 9, de más de 2 km de ancho. Un objeto de este tamaño acabaría por destruir la Tierra y todos sus seres vivos.

youtube video id=b2S-IrZLbls

Las amenazas, sin embargo, no se resumen a los asteroides de grandes dimensiones. Por ejemplo, un asteroide con 140 metros de diámetros, que pasa cercano a nuestro planeta a cada 20.000 años, puede liberar una energía de unos 300 megatones —casi 20.000 veces más energía que la que fue liberada por la bomba atómica de Hiroshima— provocando una devastación en escala regional.

Ya un asteroide de 300 m de diámetro, que puede acercarse a la Tierra a cada 70.000 años, liberaría una energía de 2.000 megatones 130.000 veces más que lo registrado en Hiroshima—, provocando una devastación a nivel continental.

Plan elaborado para evitar la catástrofe

En 1998, el Congreso de Estados Unidos pidió a la NASA encontrar y monitorear por lo menos 90% de los objetos más cercanos a la Tierra, en un plazo de 10 años, con interés especial en los que tuviesen en diámetro mayor a 1 kilómetro.

Dada la eficiencia de la agencia, la tarea fue finalizada antes del plazo, por lo que en 2005, el Congreso norteamericano solicitó el rastreo de todos los asteroides con más de 140 metros de diámetro, hasta el 2020.

En 2018, otro programa fue aprobado y financiado por la administración norteamericana, a fin de ser llevado a la práctica en 2026. Este programa, conocido con el nombre de NEO Surveyor, consiste en la puesta en órbita de un satélite para buscar asteroides más distantes y potencialmente peligrosos, utilizando tecnología de detección de radiación infrarroja.

Los especialistas americanos creen que parte de la prevención de este tipo de desastre comienza por la identificación clara y precisa de lo que está por llegar, y de cuándo llegará, con la mayor anticipación posible. Se necesitan entre 5 a 10 años para poder estructurar buenas defensas de la superficie terrestre contra asteroides peligrosos.

Otras formas de mitigar un posible desastre de este tipo incluyen crear refugios subterráneos e implementar medidas de evacuación rápida. Una otra alternativa es enviar un conjunto de naves espaciales capaces de volar cerca de los asteroides y así cambiar su trayectoria, algo parecido a lo que se está haciendo con el Double Asteroid Redirection Test (DART).